Un ejemplo de redacción de contenidos para el blog de la empresa de turismo activo Antares Naturaleza y Aventura.
El verano va tocando a su fin pero nosotros aún queremos aprovechar al máximo para disfrutar de rutas de senderismo al atardecer, snorkel, perdernos en el firmamento en una noche de estrellas y, lo mejor, quedarnos dormidos al aire libre.
No le dimos muchas vueltas. Nos apuntamos a la Multiaventura en Cabo Tiñoso de Antares Naturaleza y Aventura y nos gustó mucho ver que no éramos los únicos que queremos sacarle todo el partido al verano, que ya se nos escapa entre los dedos.
La actividad incluía visita a la batería militar de Castillitos, ruta con la puesta de sol, sesión de yoga, observación astronómica, vivac (dormir al aire libre) y snorkel (buceo con gafas, tubo y aletas).
¡Tantas cosas divertidas en menos de veinticuatro horas! Eso es lo que nos gusta, pasarlo bien todo lo que podamos y compartirlo.
Su azul vespertino
Después de la visita a la batería, iniciamos el descenso a Cala Cerrada; es un enclave perdido solo accesible si caminas una media hora o si accedes en barco directamente. Tiene algunos desniveles pero se puede hacer sin problema.
Cargados con nuestros sacos de dormir y esterillas, vimos la cala desde arriba, allí entre montes escarpados nos sorprendió su azul vespertino; bajaba el sol y la gente empezaba a abandonarla. Ellos se iban y nosotros llegábamos sudorosos, por eso nos lanzamos directamente al agua. Disfrutamos del baño en los últimos minutos de luz y pronto cayó la noche.
Yoga al anochecer
Nos pusimos ropa seca y desplegamos nuestras esterillas para comenzar la sesión de yoga. Allí en una cala perdida, solos los que compartíamos la experiencia, sentimos la brisa limpia y el olor del mar, el canto de los grillos y el contacto total con la naturaleza. La sesión culminó con unos minutos de relajación.
Mirábamos a los demás tendidos en la arena, sonrientes, en paz, viviendo un momento único que recordarán mucho tiempo. Las cosas más sencillas son las que más felicidad nos aportan.
Con esa maravillosa relajación, la sonrisa en la cara y la energía fluyendo entre nosotros y la naturaleza que nos rodeaba, nos dispusimos a cenar allí, en la arena, con el tímido sonido de las olas, pues no hacía viento. Compartimos la comida y la bebida y conversamos y reímos, después de la sobremesa, llegó el momento de tumbarse sobre la arena y fundirse con el firmamento.
Fundirse con el firmamento
Las estrellas titilaban en lo alto. En las ciudades nunca podemos apreciarlas porque hay mucha luz eléctrica, demasiada, y parece que el cielo ha quedado relegado al olvido y nadie se interesa por él, y sin embargo ¡ofrece tanta belleza con solo alzar los ojos en un lugar apartado como aquella cala y tantos misterios por descubrir!
Allí estaban las constelaciones de verano como Escorpio, marcando el Sur, el Carro y la Estrella Polar, marcando el Norte; Casiopea y el Cisne, con sus alas desplegadas, marcando uno de los brazos de la Vía Láctea. No explicaron cómo orientarnos sirviéndonos de ellas, el movimiento de nuestro planeta y algo de mitología. Nuestros antepasados pasaban mucho tiempo observándolas y podían inventarse historias que les ayudasen a orientarse en medio de la oscuridad.
Nuestro techo es el cielo
No hacía frío, todo lo contrario, así que cuando terminó la observación de estrellas, algunos se quedaron charlando y otros se prepararon para dormir al aire libre, junto a la orilla. Estábamos en plena naturaleza, durmiendo a cielo raso, solo nos acompañaba la brisa, las estrellas y nuestro propio silencio. ¡Son placeres que hemos olvidado en las ciudades!
Por la mañana, cuando salió el sol, algunos se despertaron muy animados y se bañaron sin pensarlo dos veces; otros prepararon el desayuno, otros contaban que habían pasado la noche en vela, observando el baile de las constelaciones y las estrellas fugaces.
Peces de colores
Nos pusimos los equipos de buceo y nos metimos en el agua cristalina, la cala seguía desierta, toda su belleza solo para nosotros. El mar estaba calmo y el viento seguía dejándonos disfrutar plenamente de la experiencia. La monitora nos llevó cerca de las rocas y nos explicó sobre los seres vivos que habitan allí. Más de diez metros de fondo, paredes de roca y recovecos, nos dejamos guiar y quisimos aprender todo lo que la Naturaleza nos ofrece todos los días y casi nunca podemos disfrutar.
No queríamos que la multiaventura terminara, pero el sol empezaba a calentar y el sendero de vuelta era mejor hacerlo con el fresco de la mañana.
Recogimos nuestro campamento y la gente empezó a llegar en sus barcos, nosotros abandonábamos Cala Cerrada, dejábamos atrás una noche única, en inmejorable compañía.
Ya estamos de vuelta en la ciudad. Hemos retomado la rutina pero todo se lleva mejor cuando te vienen a la cabeza imágenes y emociones tan bonitas. Un cielo estrellado, una cala desierta, descubrir qué hay debajo del mar y, por allá arriba, encima de nuestras cabezas.