Publicado en Ideas Clave Magazine
A menudo pensamos en África como un todo, indivisible. Sus inmigrantes son llamados magrebíes o subsaharianos en nuestros medios de comunicación. ¿Dice esto suficiente sobre nuestro modo de entender no solo África sino el resto del mundo? Es probable que pensemos en ese vasto continente como una zona sin oportunidades de norte a sur y de este a oeste, por eso no distinguimos entre sus cincuenta y cuatro países. Pero quedémonos en Europa pues también hay que reflexionar sobre el nuestro.
¿Qué oportunidades tiene hoy en día un joven español, griego o polaco comparado con un joven francés, danés o alemán? Todos estamos en el mismo continente, pero las oportunidades en los países de los primeros son enclenques, famélicas, en comparación con las de los segundos. Robert C. Lieberman, Catedrático de Ciencias Políticas y Asuntos Sociales en la Universidad de Columbia de Nueva York ha señalado en un artículo que la pobreza no halla su causa en la renuncia a buscar trabajo o en un estado que fomenta los valores equivocados, como comúnmente se piensa, sino en la falta de oportunidades económicas. Encontramos así directamente relacionada con las miserias humanas la palabra mágica oportunidades. Cuando desaparecen éstas, desaparece todo con ellas.
En la Unión Europea hemos hecho grandes esfuerzos y tratados para que nuestras mercancías y habitantes puedan oficialmente cruzar las fronteras físicas con libertad, hemos eliminado las aduanas, pero nos hemos “olvidado” de eliminar la falta de oportunidades, de ahí los movimientos migratorios forzados, de ahí las auténticas fronteras.
Nadia, marroquí, 41, logra cruzar la frontera defendida por la Guardia Civil. FRONTEX y también por el mismo mar. Pensado que está en la ubérrima Europa cree que todo le irá bien. Nada más lejos de la realidad. Sigue en el mismo lado de la frontera que antes aunque aún no lo sabe. Para optar a las muchas oportunidades no hay que quedarse en Iberia, hay que seguir hacia el norte y cruzar los Pirineos. Tras unos meses decide volver. Al bajar del ferry en Tánger su hermano la espera para subirla en el coche y llevarla a casa. Las mujeres de su familia no pueden trabajar, no tienen permiso para salir, solo si los hombres lo deciden, y no lo deciden nunca. No podrá volver a España en los próximos tres años, así que se quedará tres años encerrada.
Entonces, la falta de oportunidades no es sólo algo económico, también es algo cultural, un sistema de dominación que unos países ejercen sobre otros, y, en el ámbito privado, unas personas sobre otras. La cuestión es si los que pueden otorgar esa riqueza, los favorecidos, están dispuestos a hacerlo y si los que están al otro lado, los desfavorecidos, pueden siquiera soñar con un mundo así.