El cayuco, escrito por el senegalés Youssouf Sow, narra en primera persona la experiencia de venir a Europa como un auténtico sin papeles. El autor cuenta en el prólogo del libro que decidió escribirlo para que no se diese solo la versión de los periodistas del drama de la inmigración ilegal en manos de las mafias y a sabiendas de tantas autoridades. Después de leer este libro, sabrá lo que hay detrás de noticias como la de los 117 inmigrantes hallados muertos en una playa de Libia.
Youssouf es un joven que vive en Senegal; una vida en modo pausa constante y ninguna perspectiva de evolucionar. Las fotos del libro transmiten un parón en el tiempo, caminos de polvo y horas largas, muy largas. No le faltaba comida, solo sueños y esperanzas. Esos son los motores que le llevan a decir a sus padres que se marcha en avión a Marruecos donde le esperan sus hermanos.
Nada más lejos de la realidad. Miente a sus padres y a todos los contactos familiares que tiene en Nuadibú, localidad al norte de Mauritania, en cuyas playas se abandonan los enormes buques de las navieras para que el mar los vaya deshaciendo poco a poco.
Las mafias operan en la noche, los arriesgados pasajeros trabajan por menos de tres euros al día para ahorrar el dinero del pasaje. Y entonces Youssouf se sube al cayuco y nos cuenta con las pinceladas precisas las sensaciones; el miedo y la angustia, la tristeza de todo lo que dejan atrás y también la fuerza de la fe.
Vemos las imágenes en la televisión y no podemos decir que nos parece que llegan pocos, que deberían llegar más y que aquí hay espacio y trabajo para todos. Los medios nos muestran a los cayucos como una amenaza, una embarcación de enfermedades y plagas lejanas, gente subdesarrollada que aquí no tiene nada que hacer.
¿Qué hay de verdad entre esas imágenes morbosas y el testimonio de quien se lanzó a la mar una noche cerrada con la única compañía de un libro y el corazón roto en mil pedazos?